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Nieves Moreno Gallardo

La pesadilla de Francisco Javier Pérez Muñoz de Jaén.

EL CASO PÉREZ MUÑOZ DE JAÉN

 

         Me llamo FRANCISCO JAVIER PÉREZ MUÑOZ, Javi para los amigos, y mi DNI es el 77.324.171-B. Me dispongo a relatar mi caso en esta página de Amigos de MAG pues, aunque muchos habréis leído mis artículos en el blog de Nieves Moreno, no me había decidido hasta ahora a contar las incidencias de mi odisea particular.

 

        Contraje matrimonio el 18 de abril de 1998 en una ceremonia a la que mi tío tuvo que acudir como padre de la novia porque ésta no conoció a su progenitor personalmente hasta meses después y mi tía tuvo que acudir como madre de la novia debido a que la verdadera no quiso asistir al enlace a causa de la pésima relación que mi esposa siempre mantuvo con su madre. 

        Ser uno de los más solicitados escayolistas de Andalucía oriental, con encargos por todos los pueblos de alrededor de Jaén, Granada y Almería, me permitió alquilar un piso en una urbanización de Las Fuentezuelas para residir junto a mi reciente esposa y mi recién nacido Javilillo. Qué curioso que fue entonces, con todo tipo de lujos, cuando la progenitora de mi esposa recuperó la relación con su hija, volviéndose frecuente que, en verano de 1998, mi suegra acudiese todas las noches a visitarla al fresquito de la piscina. Esta elementa no quiso ir ni a la boda de su propia hija, pero ahora sí que le gustaba ir todas las noches a chupar piscina, tumbona y cerveza fresquita de la nevera hasta bien entrada la madrugada. Pero el morro de esta señora no era lo que más me indignaba. Lo que realmente me sacaba de mis casillas era que junto a los invitados de mi esposa, que solían ser su madre, una hermana y el marido de la hermana, permanecía despierto mi pequeñisimo Javilillo.

 

        Una noche, a las dos de la madrugada, regresé a casa después de haber estado haciendo un trabajo en Almería, encontrándome la desagradable y repetida escena de hallar allí a los tres de picnic alrededor de una mesa, con el bebé al lado. No estaba dispuesto a aguantar más aquello, y ordené a la familia de mi esposa que se marcharan, pero se rieron de mí. Entonces avisé a mi padre (q.e.p.d.) de la aberración que estaban cometiendo con mi pequeño, y ambos acudimos a comisaría para denunciar a mi esposa por mala madre. Sin embargo, el policía que nos atendió, me dijo que me dejara de denuncias porque lo que tenía que hacer era regresar a la piscina, dar un puñetazo en la mesa y mandarlos a todos a tomar por culo a su casa. Regresé al guateque, me acerqué a los familiares de mi esposa y, sin dar el puñetazo en la mesa que el policía me recomendó, los expulsé a todos con un vocerío contundente. Esta medida no sentó nada bien a mi esposa, que no tuvo otra reacción que telefonear a comisaría con intención de denunciarme por agresión, pero topó con el mismo policía, que sabía de qué iba el rollo y la mandó a dormir aconsejándose antes que no tuviera más de parranda al bebé hasta esas horas. Ella no se quedó conforme y esperó al día siguiente para que cambiase el turno de policía y entonces si que consiguió que le admitieran denunciarme por agresión aunque, cuando recibí la denuncia y le pregunté que cómo había tenido valor, ella la retiró, consciente de la tropelía que había estado a punto de cometer contra quien vivía consagrado a ella. 

        Dos años después nació mi pequeño Cristian, y más tarde abandonamos el apartamento alquilado para mudarnos, por fin, a una vivienda en propiedad para los cuatro. Sin embargo, a pesar de esto la relación no paraba de deteriorarse pues me sentía continuamente decepcionado por la nula iniciativa de mi esposa que, al margen de llevar una buena vida en cuanto a vivienda, lujos y alimentación, poco hacía por la educación de los hijos y por la buena convivencia en el seno del hogar. Me sentía agotado porque sobre mi recaía el 100% de las responsabilidades económicas, educativas y familiares y, cuando se lo dejaba caer, encima venían las discusiones. Así, en mayo de 2003 nos divorciamos legalmente, aunque a mí me daba lástima de ella y de que los niños nos vieran a cada uno viviendo por su lado, así que convivimos hasta noviembre de 2004, años en el que, ya harto de malos rollos le dije a ella (ya era mi ex esposa) “hasta aquí hemos llegao, te paso lo que haga falta pa los niños, pero a ti ya no te mantengo más”. Un gran error por mi parte que, pocos meses después, desató una inmisericorde denuncia por malos tratos por parte de la que, por tal de se volviera a abrir el grifo cerrado en noviembre, no le importaba privar a sus hijos de su padre. El 16 de marzo me de 2005 me detuvieron por primera vez, saliendo al día siguiente. 

        El tremendo lío en el que mi ex mujer me acababa de meter y el reciente fallecimiento de mi padre, me hicieron acudir destrozado por una fuerte depresión para la que necesitaba abundante medicación al juicio, que tuvo lugar el 27 de marzo de 2006. Se me imputaban todo tipo de vejaciones y humillaciones con la circunstancia de que la acusación no presentaba ni un mísero parte de lesiones, ni un parte por crisis de ansiedad, ni un solo testigo de agresión o insulto alguno. Ni una prueba. Nada de nada. Únicamente la palabra de la denuncianta que, bien asesorada como no podía ser de otra forma, no dejó ni un solo artículo del código penal referente al maltrato sin endosarme. 

        Mi deteriorado estado de salud me impidió buscar y preparar una buena defensa. En mi aturdimiento por toda la vorágine judicial que me estaba devorando, pensé que la mejor forma de acabar con tanto papeleo, tanta comparecencia en los juzgados, con tanta ruina, con tantos quebraderos de cabeza… era seguir el consejo de un abogado de oficio: “Tú no puedes entrar en la cárcel porque no tú has hecho ná y la otra parte no tiene pruebas, así que, si quieres acabar pronto con estos follones, firma tranquilamente la conformidad en todo”. Así que el apartado de hechos probados no podía ser más esperpéntico si tenemos en cuenta que se consideran como hechos probados todos los retorcidos cuentos chinos que se quisieron inventar entre su defensa y ella, sin ningún otro tipo de prueba.

 

        Un dato revelador, para que se vea el rigor con el los juzgadores estudian cada caso y lo bien que investiga esta gente, es que en el apartado de Hechos Probados pone “[…] con dos hijos nacidos de dicha unión, en la actualidad de 6 y 5 años”, cuando en realidad Javilillo y Cristian tenían en esos momentos 8 y 6 años respectivamente, pues el primero nació en 1998 y el segundo en 2000. Como todo lo averigüen igual de bien… así nos va. El caso es que en dicho apartado de Hechos Probados se continúa dando como “hecho probado” que “durante el tiempo de la convivencia la ha hecho objeto de malos tratos físicos habiéndola agredido en varias ocasiones y de malos tratos psíquicos mediante insultos y amenazas de muerte”. Habrá alguien que diga que se considera un hecho probado porque yo cometí el error de firmar la conformidad. Pues no. Porque hay caso como el Caso MAG donde el imputado no firma conformidad y al final también se considera “hecho probado” lo que a ella le sale de sus santas narices. Siguiendo con lo que se considera “hecho probado” en mi sentencia, se especifica que “en fecha no precisada comprendida entre julio de 1998 y febrero de 1999, le agredió por primera vez y aunque ella llegó a denunciar estos hechos procedió a retirar la denuncia interpuesta”. Como es una mentira absoluta el que yo la agrediese, no tengo más remedio que interpretar, por el amplísimo margen de fechas y por lo de la denuncia retirada, que con este episodio se refieren a lo que ocurrió en la piscina. ¿Y tiene el descaro de meterlo de nuevo en la denuncia siete años después? Otros “hechos probados” es una agresión física que se intenta correspondiente a “fecha no precisada de los primeros meses de 2004, en el domicilio familiar la golpeó con los puños en la cabeza tirándola al suelo” y otra en “fecha no precisada del mes de octubre o noviembre de 2004, en presencia de sus hijos menores le propinó una bofetada” ¿Por qué no me denunció entonces si ya estábamos hasta divorciados legalmente? Pues nada, no se acordó de estas agresiones hasta que le cerré el grifo. ¿Y partes de lesiones? ¿Pa qué? También se especifica como “hecho aprobado” que “el 22 de diciembre de 2004, en presencia de los hijos menores, embriagado, golpeó a su esposa que avisó a la Policía, después cuando llegaron los agentes no quiso denunciar por estos hechos”, cuando en realidad la Policía jamás estuvo en mi casa ni nada de nada o, si estuvo, yo ni me enteré, ya que es un episodio completamente falso. Menuda sarta de mentiras que a buen seguro provocará el vómito de más de una verdadera maltratada que lea todo esto después de haber pasado realmente por este calvario. 

        Aunque el fallo me condenaba a catorce meses de prisión, me sentí un poco aliviado porque me quedaría en libertad condicional al no tener antecedentes penales y ser la pena inferior a dos años. Para evitar nuevos encuentros con ella, me trasladé a vivir a un pueblo llamado Monachil. 

        Por Navidad, con el consentimiento mutuo de ella y mío, decidimos pasar la Navidad en casa con los niños, los cuatro juntos. Sin que nadie ajeno a nuestra familia se enterase, pactamos un día en el que yo regresaría a la vivienda conyugal que habíamos comprado tras el nacimiento de Cristian. Sin embargo, unos días antes me encontré sin encargos de escayola, y entonces, ansioso por ver a mis hijos y pensando en darles una grandísima sorpresa, me presenté en Jaén un día antes de lo que ella y yo habíamos acordado. Era de madrugada cuanto estaba entrando en la ciudad y la llamé. Sin decirle que acababa de llegar a Jaén, lo primero que hice cuando me respondió, fue preguntarle dónde estaban los niños y me dijo que estaban durmiendo. Cuando le comenté que estaba en Jaén y que me quedaban pocos minutos para llegar a casa, sorprendentemente me gritó muy nerviosa que ni se me ocurriera aparecer en ese momento a casa. Aturdido, le dije que no pensaba darme la vuelta y le pregunté el motivo de haber cambiado de idea tan de repente, pero ella, sin darme más explicaciones me dijo que iba a llamar inmediatamente a la policía y colgó. En el estado de abatimiento en que quedé, y después de la ilusión con la que habíamos planeado unas navidades en familia, no la creí capaz de llamar a la policía. Pero cuando llegué, justo delante de la puerta del domicilio había un coche patrulla que, nada más reconocer mi vehículo, arrancaron y se me cruzaron en mitad de la calle sin permitirme ni aparcar. De hecho mi coche se quedó en mitad de la calle y se lo tuvo que llevar la grúa. Así que donde pasé la Navidad fue en el calabozo, y todo por mi desacertada idea de presentarme de madrugada y antes de la fecha pactada. 

        Pocos días después, concretamente el 2 de enero de 2007, el Juzgado de Instrucción nº 1 de Jaén dictó por este motivo un auto imponiéndome, como medida cautelar, prohibición de comunicación con ella por cualquier medio y de residir, habitar, estar, acudir o permanecer en la localidad de Jaén. Además se me informó de que quedaba pendiente un posterior juicio por la vía penal donde me impondrían más condena por quebrantamiento.

 

        Tan sólo unos días después, me hizo varias llamadas perdidas a las que no quise ni responder por miedo a meterme en más problemas. Ella no paraba de llamarme a altas horas de la madrugada, así que me presenté en comisaría con sus llamadas perdidas en el teléfono y la denuncié por incitación al quebrantamiento. Denuncia de la que a día de hoy, más de tres años después, no he vuelto a saber nada y creo que nunca sabré. A pesar de haberla denunciado, ella insistía, en insistía. Ya me llamaba a cualquier hora del día. Esta insistencia me mosqueó y empecé a comerme la cabeza pensando que quizá podía ser algo referente a la salud de mis hijos. Intrigado, le mandé un escueto SMS que decía “Qué quieres?”. Como, en vez de responderme, continuaba llamándome, le mandé otro SMS que decía “Dime si es por algo de los niños”, pero igualmente sin respuesta. 

        El 8 de febrero de 2007 fui detenido por tercera vez por los miembros del Cuerpo Superior de Policía. En aquel momento yo no sabía ni lo que estaba pasando porque ni me había acercado a Jaén. Pero me informaron de que era por unos SMS, sobre los que tendría que esperar un juicio por quebrantamiento de medida cautelar. Enseñarles decenas de llamadas de ella en mi móvil, no me sirvió de nada. “Eso se lo enseña usted al juez”. Al día siguiente me soltaron con dos juicios pendientes, el primero por volver a casa por Navidad y el segundo por dos los SMS. 

        Sin embargo, el juicio por los SMS se celebró primero, no sé por qué. Fue concretamente un año después y, aunque el ministerio fiscal solicitaba 8 meses, nuevamente hice caso a otro abogado de oficio y, con mi conformidad, sólo fui condenado a 6 meses de prisión. Aún podía respirar, porque con los 14 meses iniciales más estos 6, aún estaba en los 20 meses y por tanto aún me quedaba en libertad condicional. 

        Después, tuvo lugar el juicio por haberme acercado al domicilio conyugal, en el que, como no podía ser de otra forma, se consideró “hecho probado” y con mi conformidad, la declaración de ella, de la que rescato a modo de anécdota que declaró que aquella noche en que yo me presenté improvisadamente se encontraba en casa “con un pariente”. Ahora se llaman parientes. También dijo que yo subí hasta el interior de la vivienda con un cuchillo. El juez ni se molestó en investigar, pues la misma policía le hubiera informado de que prácticamente no me dejaron ni bajar del coche y que, de cuchillo, nasti de plasti. El caso es que por esa condena me cayeron otros 12 meses, con lo cual rebasaba el límite de los dos años en libertad condicional y aquí me veo en Jaén desde el 4 de febrero de 2009.

 

        Llevo aquí un año y medio de los treinta y dos meses que debo pagar. 14 + 6 + 12. He salido a cinco permisos. En el penúltimo de ellos, celebrándose la comunión de mi Cristian (a la que no asistí) volvió a intentar jugármela, pero ya no me la juega más. Lo relaté con todo lujo de detalles en un artículo en el blog de la madre de MAG. A pesar de todo, he tenido la inmensa suerte de que mis hijos no han sucumbido al síndrome de alineación parental y están deseando que yo salga de permiso para pasar seis días de juegos y risas junto a mí.

 

 

Francisco Javier Pérez Muñoz.

 

1 comentario

María Jesús -

No te rindas, esto acaba en ná!
Ánimo Javi