LA HONESTIDAD, EL PRIMER SECRETO DEL BIENESTAR
Por Francisco Javier Pérez Muñoz
DESDE EL MÓDULO 3 DE LA PRISIÓN DE JAÉN: Desde mi infancia, la honestidad se respiraba en casa, puesto que mis padres apostaban por inculcarnos ese entre otros valores. Es muy complicado inculcar dicha virtud a niños de corta edad, pero pienso que mis padres supieron hacerlo conmigo y con mis cinco hermanos. Digo que es muy complicado porque que esos atributos morales involucran tener que decidir en ciertos momentos de la vida entre un camino u otro, por elegir entre dos opciones que se presentan y votar por la más digna y no por la más atrayente. Ahí es cuando uno empieza a apreciar emociones que conducen a alcanzar un estado de armonía por haber afrontado la decisión correcta. Teniendo claro que toda decisión tiene sus consecuencias, es necesario contar hasta diez o consultar a nuestro corazón cuál es la más correcta.Tengo que confesar que he pagado por decisiones equivocadas pero, con el corazón en la mano, lo que estoy pagando ahora de forma desmesurada es por algo que no he cometido.
Un día decidí, o me deje llevar, a causa de mi inexperiencia sentimental por mi corta edad. Mantenía una estupenda relación con Sara, que era mi pareja. Una mujer estupenda que realmente me quería. Pero se cruzó en mi camino otra que también aparentaba quererme inmensamente, y tuve que elegir entre las dos, optando por la que llego después, casándome con ella y teniendo dos hijos maravillosos que son los que más fuerza me dan cada día, y me hacen creer en la teoría de que todo lo malo tiene algo bueno y todo lo bueno tiene algo malo.
Había tomado la decisión que, en aquel momento, yo consideré la más honesta. Pero, como puede comprobarse, aún así, errar es de humanos. Y yo, reconozco que erré estripitosamente. La primera consecuencia de este mi garrafal error fue la pèrdida para siempre de la mujer que realmente me quería. Después llegaron la cárcel, una depresión, dos infartos de mi maravillosa madre y la angustia del resto de mis seres queridos. Lo que más me duele es que mis dos hijos estén pagando esta situación careciendo de su padre para arroparlos por la noche, para llevarlos al campo los fines de semana como era habitual, para jugar, y ver las carreras de Fómula 1.
Francamente, viviría, o moriría por el bienestar de mis hijos. Sin lugar a dudas. Pero no paro de pensar que esta situación que mis dos pequeños están padeciendo por culpa de unas personas INDECENTES con el clarísimo objetivo de aplastarme a cualquier precio, se podría haber evitado llanamente si estas personas poseyeran honestidad, cosa que me ha quedado clara con esta estocada INDECENTE que nos han dado tanto a mi como a mi familia.
Dificil lo tienen las personas sin decencia para poseer las placenteras sensaciones que te da el hacer el bien. Y más espinoso lo tendrán cuando la vida les pase factura por todo el daño que han hecho y están haciendo sin consideraciones hacia nada, ni nadie. Es más, intuyo que quien carece de decencia, no se quiere a sí mismo. Es dicifil de creer que pueda haber gentuza así, pero es cierto. Hay que creerselo porque a la vista está.
Lo mas grave es que no se han parado a pensar en sus propios seres queridos. Honestidad ¡Qué palabra! O mejor aún, qué paz siente la persona que goza de tal virtud.
Aunque estoy seguro de que volveré a equivocarme, yo seguiré eligiendo entre los caminos que considere más honestos, esfozándome cada día por encontrar la paz y ¿por qué no? el paraíso. No deseo ninguna guerra, pero por supuesto seguiré escribiendo todo lo que siento, incluso editando mi propio libro, que ya está en marcha. No pretendo enriquecerme con él, sé que no lo voy a hacer, pero si meditaré desde lo más profundo de mi espíritu para encontrar esas sensaciones que acercan por momentos al paraíso. Desde el máximo respeto hacia las personas REALMENTE MALTRATADAS, narraré a todo el mundo mi filosofía del bien y de lo justo a través de la incalificable perrería que me han hecho. Y eso no tiene precio.
Así que, el que tenga oídos que escuche y el que tenga ojos que lea, porque esto no ha hecho más que empezar.
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María Jesús -